Nuestra cultura hace que consideremos ésta época del año como la apropiada para la reflexión. Si bien es cierto, deberíamos hacer ese ejercicio constantemente sin importar el calendario.
Muchas veces hemos hablado de lo importante que resulta mantener el control de nuestras emociones y eso, en buena medida, depende de lo ordenada que mantengamos nuestra mente y eso solo se logra si le dedicamos tiempo justamente a esa reflexión.
Ante todo, no deberíamos esperar a que llegue determinada época del año para poner orden en nuestras cabezas. Así como organizamos nuestros cuartos, limpiamos el auto ó arreglamos el escritorio en la oficina, así mismo deberíamos hacer con nuestra mente. Reflexionar, meditar, pensar, como la época del año el nombre no importa, lo que sí es que lo hagamos y lo convirtamos en hábito.
En efecto, la cotidianidad trae consigo disyuntivas que nos ponen a pensar a cada instante. A todos nos ha pasado que tenemos que tomar decisiones a diario, y el primer inconveniente en la mayoría de los casos donde se nos presenta un conflicto, es que no le dedicamos antes ni un minuto siquiera, a reflexionar acerca de lo que deberíamos hacer ya cuando estamos en el lio.
Como consecuencia, vamos a tener que pensar en esa decisión más de lo que hubiéramos querido y eso nos va a generar estrés, nos robará tiempo, atrasará un montón de cosas e incluso podría acumularse y atascar un montón de pensamientos que deberían fluir por si solos pero se enredarán en el embrollo que dejamos se formara. A menos que nos preparamos mentalmente para afrontar esas incomodas situaciones, estaremos ante ellas repetitivamente.
A partir de entonces, podríamos empezar por reconocer justo eso, si ya sabemos cómo resultará si no nos preparamos, porque no empezar a hacerlo y llegar listos. Tomarse un tiempo para reflexionar acerca de algo, es el primer paso para lograr sobrepasar cualquier problema.
Al principio parecerá que tan solo tomamos una buena decisión, pero todo lo que se viene después de eso es justamente lo contrario a lo que comentábamos antes: cero conflictos, ningún malestar y una tranquilidad valiosa. Luego, se hará más fácil afrontar el nuevo reto y reconoceremos, a medida que avanza el tiempo, que estamos en una buena posición para encarar los dilemas y, hasta veremos las circunstancias tan claras, que prácticamente los problemas solo serán retos que nos permitirán crecer como personas.
Es por eso que no debemos esperar a que llegue o suceda algo para empezar con la reflexión. Ahora es cuando tenemos que comenzar a prepararnos y comenzar a entrenar y fortalecer nuestra mente habituándonos a pensar y meditar acerca de nosotros mismos. Incorporar a nuestra rutina la organización de nuestras cabezas, limpiarla del estrés y la inconformidad de saber que pudimos hacerlo mejor de haberlo pensado antes y de mantener el orden en nuestros pensamientos.
Para reflexionar no hay que esperar nada, cualquier momento es perfecto para crear un buen hábito, y más uno que nos ayudará a pasarla mejor ante las adversidades.
Lo que si deberíamos acoger de ésta época del año, es ese impulso que nos da para mejorar el estado de ánimo, para embellecer nuestro entorno con una buena actitud, para pensar acerca de lo que hemos hecho y como actuaremos frente a lo que se viene y, claro está, mantenernos constantes con esa disposición.