Llevaba rato sin sentirme tan contrariada por algo, pero al ver tanta gente indiferente por lo que pasa a su alrededor, siendo todavía más los que no discuten nada, ni a favor ni en contra, ni siquiera para desmenuzar la idea, en esos momentos todo se me vuelve un desastre.
Todos tenemos el deber de expresarnos, pues nuestros pensamientos son quienes nos permiten crecer dentro de la sociedad y relacionarnos con el mundo, siendo más relevante el hecho si se parte de que el pensamiento es parte de la razón, por ende somos seres racionales que nos comunicamos unos y otros.
Se me hace difícil entender el porqué de quedarse callado siempre que se presente una situación que ameríte expresarse, las cuáles prácticamente se presentan a diario. En el contexto que sea, habrá algo que concuerde con lo que pensamos, algo con lo que nos identifiquemos y conserve la idea o percepción nuestras o que se aparte de eso y nos genere otro punto de vista.
Ante todo, considero a las relaciones interpersonales imprescindibles, además de necesarias y porque no divertidas; la familia, el trabajo, la pareja son espacios básicos que nos demuestran que para donde quiera que nos movamos, iremos a encontrar con quien hablar.
Me sucede en mi trabajo: múltiples reuniones, con mis clientes, para nuevos proyectos o nuevas propuestas, unas para pasar informes (son las que menos me gustan) y más para afianzar relaciones; cualquiera que sea el motivo, en todas hay intercambio de información, sin excepción. Es importantísimo saber conversar y cuando digo saber quiero decir compartir ideas, dialogar y escuchar lo que los otros quieren comentar.
Siendo así, no me cabe en la cabeza como hay gente se queda callada, muda completamente ante cualquier contacto, que no aporta. Ese tipo de actitud o de personalidad me irrita y debo esforzarme para controlar mi estado de ánimo cada vez que me sucede y por molesto e increíble que parezca, pasa muy a menudo.
Tal cómo les decía, hace poco inicié contacto con una clienta nueva para ayudarle con su proyecto personal. Comenzó todo bien, un poco de sugerencias de parte y parte, recomendaciones, preguntas y así todo lo de rigor para comenzar. Preparé todo el material para el día que acordamos reunirnos. Al momento, la clienta mantuvo siempre comunicación vía telefónica con su esposo, y fue con él con quién tuve la conversación; aquella mujer no opinaba nada, callada. Me vi en la obligación de describirle al hombre lo que yo había hecho y había llevado y puesto sobre el escritorio de ésta mujer. No fue fácil ni claro y terminó siendo un fracaso aquel encuentro.
Como consecuencia de esto, el plan se vino abajo, conversé con ella una vez más, no hubo entendimiento y mi participación en el proyecto llegó a su fin. En lo que tiene que ver con el trabajo, perdí tiempo, desgasté ideas y dejé de percibir el dinero, aun así, eso no fue tan relevante como la sensación de impotencia que me dejo toda la situación, al sentir que el detonante fue esa actitud insulsa de ella que no le permitió ni aportar ni decidir sobre lo que buscaba.
Sin embargo, luego de darle muuuchas vueltas en mi cabeza - ya sabrás que me encanta pensar mucho en todo – logré definir mejor algunos conceptos, acerca de las relaciones interpersonales, que de pronto no los había considerado tan importantes. El diálogo en definitiva, es un ejercicio esencial y totalmente importante para cada persona, una herramienta básica para que todos convivamos sanamente y no estemos por ahí con disgustos perturbadores. Esto incluye el aprender a escuchar a los demás y el intentar comprender sus opiniones, asimilarlas y sacar conclusiones que de golpe pueden regalarnos una nueva idea.
Concuerdo con aquellos simpatizantes del diálogo, los que consideran hablar en el momento indicado, quienes expresan sin titubeos lo que se piensan; eso una liberación de energía, una necesidad natural que todos como seres sociales debemos practicar.
Si alguien va a tener una conversación conmigo encontrará respuestas, conocerá mi opinión y será escuchado. Sin duda tendrá un momento que, luego entenderá, fue beneficioso, no tanto por lo que pueda o no aportarle yo, sino porque hizo el ejercicio de comunicarse.