Nuestra cotidianidad, nuestra rutina, a cada instante nos presenta situaciones que podríamos considerar normales, pero que si se analizan más profundamente, nos encontraríamos con una serie de retos emocionales que sabemos no tenemos toda la capacidad de encararlos convenientemente.
Las innumerables circunstancias habituales nos llevan a relacionarnos siempre con todo tipo de personas. Independiente de la clase o el nivel de estimación que se sienta por cada quien, como seres humanos y por naturaleza, al uno o a el otro vamos a brindarles poco o mucho de atención o de afecto.
A partir de ahí, se pueden descubrir las situaciones que podríamos catalogar como inconvenientes si no les damos un buen manejo o no le prestamos el suficiente interés por desestimación.
Piensen ésta eventualidad: Una madre común y corriente, tiene dos hijos ya mayores, trabaja su propio negocio, independiente, bondadosa y caritativa. Con sus hijos lleva una excelente relación, en general con toda su familia y allegados. Uno de sus hijos, por situaciones normales de la vida, necesita algo de dinero prestado y va donde su madre a pedirle el favor; la respuesta de ella es que no puede hacerlo. Hasta ahí todo normal, luego se conocen las razones por lo que ella no logra ayudar a su hijo. No solo su familia y seres queridos saben de su nobleza y tierno corazón, también la conocen así todas las personas que trabajan cerca a ella y que transitan casualmente por su almacén. Tanto así, que acuden a ella frecuentemente a pedirles favores de préstamos de plata y cesión de mercancía. Esas condiciones la han llevado al punto de tener su negocio insostenible económicamente, por el incumplimiento de las promesas de aquellos en quienes ella depositó su confianza y a presentar un estado de ánimo frustrado al reconocer que no debió confiar en quien no se lo merecía.
Ahora bien, tenemos a la madre como la persona que nos demuestra la incapacidad de encarar esas situaciones, a las que hago referencia, de la manera adecuada. Desvía su atención hacia cualquier persona que ella advierta necesita ayuda, sin tener en cuenta que no es ella quien deba solucionarle la coyuntura a todo aquel que se la comente, sumándole que hace a un lado e ignora incluso sus propios compromisos.
Luego, se vienen los reclamos emocionales de sus hijos, la frustración de la madre al aceptar su mala decisión y el posterior fracaso de sus finanzas.
El ejemplo anterior descrito, nos demuestra que debemos enfocar bien nuestros afectos emocionales con quienes de verdad merecen nuestra atención; en esencia la familia, las amistades de vida o de trabajo y porque no de aquellos seres cercanos que nos llegan a dedicar afecto.
En conclusión, a diario nos vemos envueltos en circunstancias a las que tenemos que subirle al nivel de atención, ya que nos pueden llevar a una serie de eventualidades incómodas, emocionalmente hablando, de las cuáles desconocemos porqué se nos dan, ya que no sabemos cómo reaccionar pues cuando pudimos resolverlas no lo hicimos a tiempo.