Si vamos a hablar de urgencia tenemos que hablar del tiempo, porque la urgencia es una cualidad asociada al tiempo, pero no siempre al tiempo de nuestro reloj o el que es común a todos, sino a nuestro tiempo interno, el subjetivo.
La urgencia aumenta a medida que te queda menos tiempo para la fecha límite, en función del volumen de la tarea, esta visión es la que a veces nos confunde porque hay asuntos que simplemente se valoran desde nuestro anhelo, desde la necesidad de que algo importante para nosotros suceda o se resuelva, por encima de la capacidad de las circunstancias o de las personas involucradas en ello.
A veces a todo lo que es importante se le da el estatus de urgente, quizá por la misma dificultad que tenemos de asumir la incertidumbre, nos cuesta esperar, dejar que la vida nos muestre sus tiempos y su ritmo. Terminamos haciendo esfuerzos emocionales muy grandes sin darnos cuenta, para que las cosas encajen en nuestro tiempo y sucedan cuando necesitamos que pasen, de esto nos puede quedar una sensación de frustración, de sentir que nada sale cuando queremos o necesitamos y seguimos en nuestra pelea con la vida y las circunstancias.
Te quiero invitar a que pares por un momento, observes lo que te hace sentir urgencia e intentes aceptar el momento como es. Intenta centrarte en tus emociones, sin cambiarlas, sólo siéntelas como son. Después puedes pensar en la situación en términos de lo que está a tu alcance y lo que no, ya que eso te dirá en que puntos puedes actuar y cuales debes dejárselos a la vida.
La aceptación no es resignación, no significa que no puedes hacer nada y te debes conformar, al contrario estás haciendo un trabajo interno muy fuerte al intentar sintonizarte con tus emociones y entender tus límites, reconociendo tus anhelos, lo que vale la pena, lo que necesitas, pero al mismo tiempo dejando de pelear, de anticiparte, de controlar, entendiendo que el tiempo es una mezcla de nuestro tiempo interno y el real, y constantemente nos pasamos negociando entre ambos.