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Tatiana Hoyos Francis

El buen humor: una habilidad esencial para afrontar la adversidad.


El buen humor es definido como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas.

A veces puede resultar difícil verle este lado a las situaciones adversas, sobre todo para las personas directamente involucradas en la situación, ya que cuando estamos pasando por un mal momento, nuestra atención es selectiva y se enfoca totalmente en el objeto de nuestra preocupación, produciendo en nosotros pensamientos de angustia, preocupación o catastróficos y esto hace que también nuestras emociones, se sintonicen con esos pensamientos y las que salen a flote generalmente son la ansiedad y el miedo. Sin darnos cuenta podemos caer en un espiral descendente sin salida, en el que un pensamiento negativo nos puede activar una serie de emociones negativas y a su vez éstas, activan más pensamientos negativos, hasta el punto en que nuestro ánimo decae y lo último que tenemos presente es el buen humor.

El buen humor es una poderosa herramienta para salir del hueco o ayudar a otros a que salgan, es muy sencillo, el buen humor produce placer y cuando nuestra mente y nuestro cuerpo empiezan a experimentar sensaciones positivas, nuestros pensamientos y emociones se transforman, se vuelven más amables, se comienzan a ver posibilidades. El buen humor nos ayuda a mitigar la angustia, a ser capaz de vernos en una situación adversa pero con gracia.

Hacer comparaciones sin sentido, ponernos en posiciones absurdas, burlarnos de lo que más nos duele, nos conecta con los demás y con un lado nuestro en el que activamos la resiliencia, nos sirve para no sentirnos los únicos en desgracia, a pensar que la adversidad es parte de la vida y hay que manejarla como un momento en el tiempo y a darnos cuenta que no estamos solos, que a todos en un momento u otro nos pasan cosas difíciles.

El buen humor nos hace más saludables, la risa provoca una importante liberación de hormonas, las endorfinas conocidas merecidamente como las hormonas de la felicidad. Además, se libera serotonina, dopamina y adrenalina. La explosión de carcajadas provoca algo muy parecido al éxtasis: aporta vitalidad, energía e incrementa la actividad cerebral. Cuando nos invade la risa, muchos músculos de nuestro cuerpo que permanecían inactivos se ponen en funcionamiento. Es un estímulo eficaz contra el estrés, la depresión y, evidentemente, la tristeza.


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